En 1911, la construcción de la gran zanja en la Avenida de Mayo para el subterráneo se detiene. La causa es insólita: frente al 1370, se ha descubierto un pozo del que salen vapores de azufre y llamas que iluminan la ciudad. Alguien sale de la ígnea abertura y pide hablar con el desesperado intendente Anchorena. Es el Diablo, quien, aprovechando que Dios está mirando a Europa por la guerra que se viene, quiere establecer aquí su poderío. La reunión de los dos es secreta y fructifica en un pacto. La construcción continúa y el subte se inaugura, mientras que en el No 1370, de las entrañas de la tierra, surge un día un magnífico palacio, la oficina terrenal del Maldito. El Diablo hizo que ese prodigio fuera borrado de la memoria de la población naciendo así la falsa historia de que el palacio fue construido ladrillo a ladrillo. El intendente ruega al Diablo que no asuma enseguida sino en el futuro. Con sardónica risa Mefistófeles accede… ¿Qué son cien años para él?
Osvaldo
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